"Y los conserjes de noche", Quique González

En un abrir y cerrar de ojos, sin apenas darme cuenta de ello, éste blog llega con ésta a las 500 entradas. Jamás imaginé que pudiera llegar a hablaros de 500 canciones en apenas diez meses cuando empecé a escribirlo, de hecho, conociendo mi vagancia y holgazanería, lo extraño es que no lo haya abandonado... Empecé a escribirlo como forma de desahogo, estaba cansado de tener la cabeza llena de canciones y aburrir a mis amigos con ellas, y se ha terminado convirtiendo en un vicio, una afición, me encanta pasarme por aquí a diario y escribir. Gracias a éste blog he conocido a gente que antes admiraba, y también a compañeros de viaje que comparten la misma pasión por la música que yo. Quería daros las gracias a todos, lectores habituales o accidentales, a los que comentais o leeis en silencio, a los que entrais por error (;)), a los maravillosos blogs amigos, a los músicos que os habeis puesto en contacto conmigo... Gracias a todos vosotros hoy conozco muchísimas más canciones de las que jamás hubiera imaginado, y eso no hay manera de agradecerlo. Espero, que aunque sea de vez en cuando, mi blog también os haya servido a vosotros para conocer canciones nuevas o, al menos, recordar algunas que quizá teníais olvidadas. Gracias a todos vosotros de nuevo, espero seguir encontrándome con vosotros por mucho tiempo, para seguir aprendiendo y conociendo más cosas sobre ésta música que, por regla general, no recibe la importancia que merece.
Las 500 entradas merecen una canción especial, y es por ello que la canción que hoy os dejo es Y los conserjes de noche, el tema de Quique González (¿De quién si no?) que es el eje musical de mi vida, la canción sobre la que rotan mis días. He escuchado millones de canciones en los 24 años que me han tocado vivir, y ninguna, nunca, me ha marcado como ésta. De hecho, puedo asegurar sin tener miedo a retractarme que jamás una canción me podrá hacer sentir como lo hace Y los conserjes de noche. Da igual las miles de veces que la haya escuchado, cada vez que suenan los primeros acordes mi pulso se estremece, y mi mente recorre ésas estaciones tristes, las terminales de aeropuerto y los bares donde yo nunca he estado, pero Quique lo hizo por mí y es como si yo lo hubiera vivido. Suelo decir que Quique cuenta mi vida en canciones, pero con Y los conserjes de noche sucede lo contrario, me hace sentir lo que yo nunca he vivido. Al escucharla mi cabeza se llena de calles a oscuras, de besos salvajes escondidos en portales, de camareras cansadas de escuchar la misma historia por distintos labios ebrios.. Y los conserjes de noche proyecta una película en mi imaginación en la que yo soy el protagonista, y me vacía el estómago. Me afloja los tornillos del corazón y me ahoga en una melancolía que no es mía; la escucho y siento ganas de llorar lágrimas ajenas, de prestado. Me dejó llevar y cuando la canción toca a su fin me doy cuenta de que estoy triste, con un doble nudo en la garganta que me impide respirar... Y a pesar de esto, no puedo ni quiero dejar de escucharla, ya que más que una canción se ha convertido en un ser vivo para mí, algo que, más que gustarme, me hace sentir, como si fuera una persona. Me gusta estar a solas con ella, mirarla a los ojos y que me cuente qué es lo que vieron esos escalones bajo la intensidad de las primeras luces. Puede que todo lo que digo no tenga sentido, al fin y al cabo es sólo una canción, pero son tantas cosas las que encierra... Por una vez no espero que os guste, sé que os encanta... ;)

Algo tendrían que contar las estaciones,
algo dirán las terminales de aeropuerto
los bares donde nacieron
cinco de nuestras canciones,
las noches en que tu chica te decía nunca más.
Quedó algo de nosotros en esos lugares
en el lavabo de señoras y en el puerto
en la butaca del cine, en una boca de metro
y en todas esas esquinas que solíamos doblar.
Es una historia que se escribe en los portales
la breve intensidad de las primeras luces,
y los conserjes de noche
cuidan de los hostales
y todas las camareras que quisieron escuchar.
Algo tendrían que contar los escalones
con pantalones arrastrados por el suelo,
algo el asiento trasero que me ofrecía tu coche
y el humo del cenicero que acabó por rebosar.
Es una historia.
Tu siempre estabas dispuesta,
es domingo por la tarde
la suerte es una ramera de primera calidad
y los conserjes de noche
cuidan de los hostales
y todas las camareras que quisieron escuchar.
Es una historia que se escribe en las postales
con la necesidad de madrugar los lunes