Ayer por la noche, vista la escasa y pobre programación que ofrecía la televisión, estuve en mi cuarto viendo una película que me había bajado porque me hizo gracia verla, Sufre mamón, de los Hombres G. Ya hablé de ellos hace un tiempo, hoy en día un grupo de sus características me parecería ridículo y jamás malgastaría mi tiempo escuchándolo, pero aunque apenas tenía dos años cuando rodaron la película, crecí con sus canciones y ví Sufre mamón y Suéltate el pelo cientos de veces, hasta desgastar las cintas de vídeo. Si alguien me preguntaba los Hombres G eran mi grupo favorito, y pasaba los días destrozando los tímpanos de mi paciente madre berreando los graciosos estribillos de los madrileños. Sería fácil renegar de ellos ahora, decir que me gustaban en su día porque era un niño, y de hecho seguro que los he criticado muchísimo por su (indebida) vuelta a los escenarios, pero ayer viendo la película me dí cuenta de que, joder, me apetecía escuchar sus canciones, las de antes. Es extraño, incluso bizarro (como diría un buen amigo mío) escuchar canciones como La bomba fétida, Venezia o Sufre mamón mezcladas con las de Neil Young, Elvis Perkins o Fabián, por ejemplo, pero esta mañana, y probablemente esta tarde, me apetece hacerlo. En la película, un periodista le pregunta a David cuál es la clave del éxito del grupo, y éste reponde; "hacemos música sencilla y la gente se lo pasa bien". Y yo creo que ahí está la clave, en saber que la música de los Hombres G era para divertirse, da igual que las letras fueran absurdas, a veces ridículas, yo me divertía escuchándolos y hoy lo he hecho de nuevo, he disfrutado de sus canciones como hacía mucho que no hacía, sin miedo a traicionar mis principios musicales. Hoy he vuelto a sentirme un niño, y eso no tiene precio. Y no me da vergüenza decirlo, porque a partir de ahora los escucharé más a menudo, cuando necesite sonreír.
Os dejo con El ataque de las chicas cocodrilo, la canción que más he cantado siendo un niño, a mi madre le haría gracia leer este post, seguro, la de veces que me habrá mandado callar o bajar el volumen del cassette cuando, una y otra vez, rebobinaba compulsivamente ésta canción para emular a mi idolatrado David Summers. Qué tiempos...
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