Salgo a la terraza, y con un viejo trapo, limpio el polvo y la humedad que el invierno ha ido dejando en las sillas de plástico que tenemos amontonadas en una esquina. Hace sol, mucho sol. Apoyo el respaldo en la pared, y estiro mis piernas hasta colocarlas encima de la barandilla, sólo me falta un buen sombrero para imaginarme en el porche de mi granja, viendo como el sol va quemando a lo lejos los campos de maíz. Abro los ojos, y en lugar de los maizales imaginados encuentro un mar de tejados rojos, aún así, Bilbao luce distinta desde el séptimo piso, más aún en días tan azules como el de hoy. Abro el libro con el que me disponía a pasar la tarde, pero en seguida una suave brisa me agarra del pelo e inclina mi cabeza hacia el cielo, donde además de gaviotas, flota un leve aroma a sal. Algo se mueve detrás de esas montañas; el mar. Busco un mechero en el bolsillo y con una enorme calada empiezo a fumarme el pasaporte que, en un instante, me lleva a la orilla del Cantábrico, donde un barco se deja llevar por los pausados latidos del corazón del agua. Vuelvo a abrir los ojos. El sol sigue aquí, lo que no tengo tan claro es dónde estoy yo. Me dejo hacer por la tarde, una tarde de lo más suave. Una tarde que me sabe a Agua y horizonte...
1 comentario:
Buff, ya solo faltan 3 semanitas para su concierto ¡¡que ganas!! Lleva muchos años sin dar un concierto el solo en Sevilla, tantos que ni me acuerdo, minimo, minimo desde maldita..
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